Nos hemos despedido y desprendido de un año que, a algunas, nos ha causado dolor por la pérdida de un ser amado. Su ausencia se ha hecho más presente durante estas fechas, pero debemos dejar de llorar y, en su lugar,atesorar las sonrisas y el ejemplo de aquellos que nos dejaron. Los echamos de menos, sí, pero es necesario mirar al mañana con esperanza.
Levantémonos, también, de entre las cenizas del desengaño, del dolor o de la traición.
Abramos nuestro corazón y alimentémonos de esa fuerza que mueve al mundo: la fuerza del amor.
No del amor que te hace llorar una y otra vez, no del amor del hombre que no llegas a alcanzar o que se te escapó. El amor, mi amiga, está en lo que tocas, en lo que haces, en lo que ves… no te olvides de que Dios es amor.
Ahora, nuestros sueños y proyectos que quedaron en suspenso deben ser renovados. No con tristeza por no haberlos logrado, sino con entusiasmo, fe en Dios y confianza en nosotras mismas. Piensa en aquello que te hace especial, en tus metas… en lo que te hace feliz a ti., ¡y ve a por ello!