Hay quienes lo consideran un simple juego de mesa, mientras que otros aseguran que es una auténtica herramienta del maligno. Se trata de la ouija.
Se dice que los creadores de la primera de estas tablas le preguntaron cómo debían llamarle. Ésta les contestó "ouija". Cuando se le cuestionó qué significaba, respondió: "buena suerte".
La historia comercial de este tablero dicta que en febrero de 1891 aparecieron sus primeros anuncios impresos: "Ouija, el maravilloso tablero que habla".
En tiendas de Pittsburgh, se anunció como un novedoso juguete descrito como un artefacto mágico que contestaba preguntas sobre "el pasado, el presente y el futuro con asombrosa exactitud".
Aseguraba ofrecer también "diversión interminable y entretenimiento para todas las clases", además de ser un "vínculo entre lo conocido y lo desconocido, entre lo material y lo inmaterial".
La tabla era básicamente la misma que se conoce hoy en día: un tablero plano con el alfabeto distribuido en dos semicírculos, encima de los números naturales (0 al 9), las palabras 'YES', 'NO' y 'Goodbye', acompañado de una placa puntiaguda con un pequeño orificio.
El juego consiste en que dos personas o más tomen asiento alrededor del tablero, coloquen su dedo sobre la placa y hagan cualquier pregunta. El accesorio, en teoría, debe moverse por sí solo y contestar el cuestionamiento posándose sobre cada letra de la respuesta, una por una.
Se dice que su funcionamiento fue corroborado en la oficina de patentes estadounidense, ante un aterrorizado oficial que la validó luego de comprobar su insólita actividad.
Pero el historiador Robert Murch descubrió que la historia y trasfondo de esta tabla son en realidad más antiguos. Encontró que proviene de la corriente espiritual europea y norteamericana del siglo XIX y la creencia de que los muertos son capaces de comunicarse con los vivos.
Habría que comprender el contexto: las ceremonias para contactar a los muertos eran comunes en una época en la que el promedio de vida era menor a los 50 años, las mujeres morían durante los partos, los niños fallecían a causa de enfermedades y los hombres perecían en las guerras.
La gente estaba desesperada por contactar a sus seres queridos ausentes. Incluso Mary Todd Lincoln, esposa de Abraham Lincoln, dirigió sesiones espiritistas como producto de su exasperación por comunicarse con su hijo fallecido a los 11 años, a causa de la fiebre.
"Comunicarse con los muertos era algo común, no era visto como algo anormal o extraño", señala Murch. Es decir, utilizar la ouija no era percibido como "abrir las puertas del infierno" ni nada parecido.
Sin embargo, la gente comenzó a frustrarse rápidamente debido a cuán lento era obtener un mensaje coherente de estos tableros, según afirma el historiador de espiritualismo Brandon Hodge.
Para entonces, inventos como el telégrafo ya permitían comunicarse a larga distancia con seres humanos de carne y hueso, y cubrían parcialmente la necesidad de la gente por métodos de comunicación más inmediatos. ¿Por qué los supuestos espíritus no podían ser contactados así de fácil?
Cuando los empresarios de la Kennard Novelty Company se dieron cuenta de esto, fue cuando identificaron una gran oportunidad de hacerse de dinero fácil.
En 1886, la Associated Press reportó un nuevo fenómeno entre los campos espiritistas de Ohio: era la tabla que la empresa comenzó a fabricar en masa, la cual, con fines mercantiles, aprovechó el aura de misterio que la rodeaba a la ouija.
El artefacto se convirtió en una máquina de hacer dinero. La Kennard Novelty Company alimentó deliberadamente la intriga en torno a la ouija y jugó con la ambigüedad de presentarla como un simple juego familiar y a la vez como un poderoso oráculo de índole paranormal.
Por si fuera poco, se hicieron frecuentes en los periódicos las publicaciones de historias de supuestos casos relacionados con la ouija: asesinatos inspirados por la tabla, médiums, casos resueltos con su ayuda, etc.
Con el paso de los años, el tablero se convirtió en un auténtico símbolo de terror en la cultura americana. Se infiltró en la literatura, la poesía y la cultura popular.
El año de 1973 representó un punto de quiebre, cuando la película El exorcista fue estrenada. La cinta planteaba el supuesto caso real de una posesión demoniaca en una niña de 12 años, luego de jugar con la ouija.
A partir de entonces, la percepción popular de este objeto lo ubica como algo relacionado con entidades malignas. "Es como con la película Psicosis: nadie le tenía miedo a las regaderas hasta aquella escena...", apunta Murch.
Científicos y psicólogos del Laboratorio de Cognición Visual de la Universidad de Columbia han propuesto que, en realidad, el funcionamiento de la ouija está potenciado por pensamientos inconscientes e impulsos cognitivos involuntarios, incluso en un entorno colectivo.
Aunque lo cierto es que, hasta ahora, no se ha alcanzado un consenso definitivo acerca de su verdadera naturaleza.
Fuente: Smithsonian Magazine